jueves, 17 de mayo de 2018

Tiempos de Colegio



Mi Primera gran amiga.


De niño nunca fue difícil tener una gran amiga. Siempre tuve estándares altos de lo que es la amistad, pero cuando tienes 8 o 10 años solo piensas en jugar, estudiar y volver a jugar.
Crecí en una familia cristiana muy estricta pero a pesar de todo, era muy irresponsable sería ello o quizá el hecho de pasar tiempo a su lado, que todas las semanas iba a su casa a pedirle cuaderno prestado.

La casa quedaba cerca del colegio, tenía una puerta de metal blanca. Y a menudo solía ir por allí. Primero me acompañaba mamá pero con el tiempo empecé a ir por mi cuenta.
  • ¿Estás aquí otra vez?
  • Es que el profesor borró pronto la pizarra.
  • Ay, pasa espérame aquí voy por los cuadernos.
Nunca entendí porque siempre que iba por los cuadernos volvía con un jugo o un refresco, se sentaba a mi lado y me veía copiar sus notas a mi cuaderno. Digo para ese entonces ya existían las fotocopiadoras, y tampoco era que “los ejercicios de matemática fuesen muy extensos”. 

A menudo no sé si por fastidiarla o por hacer que pase el tiempo, le pedía que me explique alguna letra que no entendía.
  •  Oye pero sí está claro ese es un dos.
  • Ah mí me parece cuatro.
  •  ¿Por dónde?

Cuando la veía enojarse le decía tranquila si lo entiendo. A lo que ella replicaba.
  • Lo sé, si mi letra es la más hermosa.
  • Seguramente.
  • ¿Lo dudas?
  • Estoy convencido.
En clase era diferente, nos hablábamos muy poco, yo me la pasaba escuchando a la profesora, más que escribiendo “total tocará tomar jugo de nuevo en casa de Lizeth”; además de esa forma retenía mucho mejor.

Los profesores de aquella época valoraban poco aquello, les fascinaba que llenáramos el cuaderno con apuntes. Y escribir y escuchar a la vez era algo para lo que no estaba preparado. Yo solo podía hacer una cosa a la vez. De modo que cuando la profesora llenaba la pizarra y decía. Bueno terminen de copiar, recién empezaba a hacerlo, por ello me atrasaba muy a menudo.

En el recreo en ocasiones compartíamos lonchera, por lo general cuando me acercaba a invitarle algo  si no salía antes a jugar con los otros niños, o ella hacía lo propio con sus amigas.

Hubo una ocasión en medio de un juego de niños y niñas, en que los niños debíamos alcanzarlas para “encantarlas”. Que haciendo mi mayor esfuerzo por que no llegara “a la pared protectora” le di un golpe en un lugar indebido. Aquello ocasiono las risas de todos, menos la de ella que me miro avergonzada y sorprendida.  No reaccione pronto me quede frió sin entender lo que pasaba. No fue hasta que ella "me acuso con la profesora" que entendí la gravedad de la falta, pues la maestra me reprochó muy duro.

Pasaron varios días sin que volviera a su casa, “me sentía muy avergonzado” qué pensaría de mí. Hasta que siguiendo el consejo de mi madre. Me armé de valor,  le compré un pequeño regalo y me acerque a hablarle.

  • Hola.
  • Hola – me dijo sonriendo tímidamente.
  • Eh siento lo del viernes.
  • ¿Qué pasó el viernes?
  • Ah – porque “las chicas lo hacen tan complicado pensaba” – Mira te compre esto.
  • En serio para mí. Esta bien, te perdono por no haber ido el viernes a casa me comí sola las galletas y el jugo.
  • ¿Hubo galletas el viernes?
  •  Si y muy sabrosas.
Y de este modo tan natural quedaba zanjada nuestra primera gran pelea. Lo grave para ella había sido no ir a su casa a tomar el jugo y las galletas.