Mi Primera gran amiga.
De
niño nunca fue difícil tener una gran amiga. Siempre tuve estándares altos de
lo que es la amistad, pero cuando tienes 8 o 10 años solo piensas en jugar,
estudiar y volver a jugar.
Crecí
en una familia cristiana muy estricta pero a pesar de todo, era muy
irresponsable sería ello o quizá el hecho de pasar tiempo a su lado, que todas
las semanas iba a su casa a pedirle cuaderno prestado.
La
casa quedaba cerca del colegio, tenía una puerta de metal blanca. Y a menudo
solía ir por allí. Primero me acompañaba mamá pero
con el tiempo empecé a ir por mi cuenta.
- ¿Estás aquí otra vez?
- Es que el profesor borró pronto la pizarra.
- Ay, pasa espérame aquí voy por los cuadernos.
Nunca
entendí porque siempre que iba por los cuadernos volvía con un jugo o un
refresco, se sentaba a mi lado y me veía copiar sus notas a mi cuaderno. Digo
para ese entonces ya existían las fotocopiadoras, y tampoco era que “los
ejercicios de matemática fuesen muy extensos”.
A menudo no sé si por
fastidiarla o por hacer que pase el tiempo, le pedía que me explique alguna letra que
no entendía.
- Oye pero sí está claro ese es un dos.
- Ah mí me parece cuatro.
- ¿Por dónde?
Cuando
la veía enojarse le decía tranquila si lo entiendo. A lo que ella replicaba.
- Lo sé, si mi letra es la más hermosa.
- Seguramente.
- ¿Lo dudas?
- Estoy convencido.
Los
profesores de aquella época valoraban poco aquello, les fascinaba que llenáramos
el cuaderno con apuntes. Y escribir y escuchar a la vez era algo para lo que no
estaba preparado. Yo solo podía hacer una cosa a la vez. De modo que cuando la
profesora llenaba la pizarra y decía. Bueno terminen de copiar, recién empezaba
a hacerlo, por ello me atrasaba muy a menudo.
En
el recreo en ocasiones compartíamos lonchera, por lo general cuando me acercaba a invitarle algo si no salía antes a jugar con los otros niños,
o ella hacía lo propio con sus amigas.
Hubo
una ocasión en medio de un juego de niños y niñas, en que los niños debíamos
alcanzarlas para “encantarlas”. Que haciendo mi mayor esfuerzo por que no
llegara “a la pared protectora” le di un golpe en un lugar indebido. Aquello
ocasiono las risas de todos, menos la de ella que me miro avergonzada y sorprendida.
No reaccione pronto me quede frió sin
entender lo que pasaba. No fue hasta que ella "me acuso con la profesora" que entendí la gravedad de la falta, pues la maestra me reprochó muy duro.
Pasaron
varios días sin que volviera a su casa, “me sentía muy avergonzado” qué pensaría
de mí. Hasta que siguiendo el consejo de mi madre. Me armé de valor, le compré un pequeño regalo y me acerque a
hablarle.
- Hola.
- Hola – me dijo sonriendo tímidamente.
- Eh siento lo del viernes.
- ¿Qué pasó el viernes?
- Ah – porque “las chicas lo hacen tan complicado pensaba” – Mira te compre esto.
- En serio para mí. Esta bien, te perdono por no haber ido el viernes a casa me comí sola las galletas y el jugo.
- ¿Hubo galletas el viernes?
- Si y muy sabrosas.